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Carlos Cruz Díez – Jesús Rafael Soto

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El arte abstracto geométrico, óptico y cinético tuvo una gran acogida en Venezuela a partir de la sexta década del siglo XX.  Seguramente las figuras de mayor proyección internacional han sido Alejandro Otero, Jesús Rafael Soto, Carlos Cruz Díez y Gertrud Goldschmidt más conocida como Gego,  Pero naturalmente no han sido los únicos en el arte venezolano en practicar esta estética.  Debemos nombrar a Omar Carreño, Mateo Manaure, Juvenal Revelo, Guevara Moreno, Francisco Salazar, Asdrúval Colmenares, Víctor Lucena, Mercedes Pardo, entre otros.

En esta ocasión queremos poner en diálogo las obras de Cruz Díez y Soto seguramente uno de los artistas más mediáticos y exaltados de la segunda mitad del siglo XX en el arte latinoamericano.  Para eso no solamente estamos usando el acervo de nuestra colección sino obras únicas invitadas para así ilustrar los alcances del cinetismo y vibracionismo.

Carlos Cruz Díez nació en Caracas en 1923.  Estudió en la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal.  Se radicó en París desde 1960, lugar donde falleció en el 2019.  Diseñador, ilustrador, pintor, artista gráfico, su trabajo también incluyó intervenciones en la arquitectura y eventos callejeros.  Las obras gráficas de esta exposición nos hablan del interés del artista por la dialéctica y la didáctica cromática, además del color aditivo.  La fisiocromía ilustra los efectos retinales que pueden causar este tipo de trabajos.  La propuesta cromática varía de acuerdo con el desplazamiento del espectador, produciendo un efecto único, poético y mágico.  Esta obra es de 1975, pero la primera obra con estas mismas características data de 1959.

Jesús Rafael Soto nació en ciudad Bolívar, Venezuela en 1923 y falleció en París en el 2005.  Estudió en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas de Caracas.  Exhibió individualmente desde 1949.  Su interés por el estructuralismo y la geometría lo llevó a producir sus obras en esa dirección, desembocando en el cinetismo.  Partió de la espiral de Marcel Duchamp que lo representó sobre una superficie opaca y otra trasparente.  Al sobreponerlos logró que vibraran.  Esa fue la fuente para su obra cinética muy celebrada en la capital de Francia donde se gestó.  Las obras gráficas aquí presentes señalan ese interés por lo retinal que se ilustran mejor en el múltiple con soporte de plexiglás y en la estructura vibrante de 1966 momento estelar en la producción del artista donde los colores azul, blanco y negro se solucionan en varillas sostenidas por hilos de nylon que están proyectadas por un tablero de líneas horizontales.  Los distintos segmentos se interceptan y el resultado es un trabajo que causa ilusiones y que hipoteca la mirada del espectador para causar extrañeza y ofrecer una poética particular. 

Estos dos artistas fundamentales del siglo XX en el arte latinoamericano desarrollaron sus carreras en paralelo y siempre se profesaron admiración mutua.

Miguel González

Curador

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